ROBERTO BAGGIO, EL SILENCIO DE LOS DIOSES
ROBERTO BAGGIO, EL SILENCIO DE LOS DIOSES
Igual que existen miradas que enamoran, existen gestos que fascinan, roces que encandilan. Al igual que existen toques mágicos, existen unos toquecitos (toques que no llegan a serlo) que llegan al alma... Existen instantáneas, imágenes, fotogramas que lo expresan mejor que millones de palabras.
Al igual que enamora un sonido, un susurro puede ser magnético. Existen seres maravillosos detrás de las cámaras y de los focos que les convierten en auténticos héroes en silencio. Detrás de una belleza, hay un gesto que la engrandece. No existe ninguna diosa sin su siervo capaz de adorarla y de realzar su extremada y fina figura.
Al igual que existen sonidos que son pura música celestial, existen silencios que enamoran y podrían ser calificados como EL SILENCIO DE LOS DIOSES.
De eso os voy a hablar hoy: ROBERTO BAGGIO, EL SILENCIO DE LOS DIOSES:
Para hablar con propiedad y con justicia de Roberto Baggio habría que considerarle como el mejor futbolista italiano de todos los tiempos y, por ende, uno de los mejores futbolistas de la historia del balompié.
Pero hoy voy hablarles de unos días grises que todo ser humano tiene a lo largo de su vida y el genial Roberto también los tuvo. Aunque hoy os voy a contar sus días más grises tirando a negros oscuros.
Os pongo en contexto:
Fecha: 17/07/1994
Lugar: Rose Bowl Stadium, Pasadena, EEUU
Evento: final de copa del mundo FIFA entre Italia y Brasil
Este hecho supuso uno de los mayores espectáculos de casi todos los años que faltaban para finalizar el siglo XX. Y, a nivel de partidos, era lo mejor que se podía ver en el mundo: ITALIA vs BRASIL o BRASIL vs ITALIA en una final de un mundial: ¡LA REHOSTIA! (Como diría mi admirado Vicente Maroto de LQSA). Bromas aparte, era lo máximo que se podía pedir para cualquier futbolero que se precie.
¡Volvamos al evento! Roberto Baggio, tan elegante que cada vez que pasaba el balón por sus pies parecía LEONARDO DA VINCI pintando una de sus múltiples obras de arte, si además le añadimos que el genial futbolista también era efectivo y muy inteligente en todo lo que hacía en el césped. La selección azzurra, bajo la batuta de Baggio, supo sobreponerse ante las adversidades que le deparó el torneo mundialista; Había perdido su primer partido contra Irlanda. En el segundo encuentro estuvieron contra las cuerdas frente a Noruega para terminar ganándolo con dificultades y, además, acompañado de la lesión de su capitán Franco Baresi, que se antojaba poco más que un milagro le hiciera volver a disputar su último mundial, ya que el mejor central de la historia tenía 34 años. ¡Habían ganado un solo partido para clasificarse a octavos! Ganaron a Noruega, empataron contra México y perdieron ante la modesta Irlanda.
En octavos de final les salvó el 10 azzurro contra la selección de Nigeria, la gran sensación africana. En la prórroga, los dos goles fueron obras directas o indirectas de Roberto Baggio: con 2-1 acabó el partido.
En cuartos de final, contra España, su partido más exigente hasta esa fecha.
Marcó primero Italia a través Dino Baggio, luego empataría José Luis Caminero, pero ese partido se recuerda más por el codazo que le propinaron al actual seleccionador español Luis Enrique sin que el árbitro expulsara a su agresor. Con 2-1 acabó ese encuentro, sentenciado por Il Divino Codino.
En semifinales, se enfrentaron a la más que sorprendente selección de Bulgaria y a su estrella, Hristo Stoichkov, que acabó ganando su único balón de oro en 1994.
Empezó Italia marcando los primeros dos goles a través del capitán Baggio, luego reduciría el marcador Hristo Stoichkov, uno de los mejores jugadores del campeonato mundialista organizado en Estados Unidos de América.
Con eso se clasificó Italia para la finalísima del torneo dorado 12 años después, cuando lo habían conquistado en el mundial de España en 1982. Italia no tenía a su defensa central titular, Costacurta, por acumulación de tarjetas amarillas. Con ese panorama, Franco Baresi, el capitán de la selección azzurra, viendo cómo era difícil parar a la mejor dupla atacante del mundo en ese momento, BEBETO & ROMARIO, hizo un último servicio para la patria para jugar de paso su último mundial. Y vaya si lo hizo.
La final era pura expectación en el mundo entero: más de 144 países la retransmitieron para sus telespectadores. 93.000 aficionados privilegiados asistieron in situ el evento. Bill Clinton presidió el acontecimiento más esperado de aquel año.
Pero el partido, en lo que a lo futbolístico se refiere, defraudó y mucho: 90 minutos más otros 30 de prórroga sin goles, aunque con ocasiones en ambas porterías que fueron desbaratadas por dos grandes porteros como PAGLIUCA y TAFFAREL. Con eso llegamos a las primeras tandas de los penaltis para decidir una copa del mundo en la historia del fútbol.
Comenzaron errando Franco Baresi y Daniele Massaro, anotaron Albertini y Alberigo Evan. Pero la culpa de la gloria o del desastre absoluto recaía sobre los hombros de Roberto Baggio: era marcarlo para empatar a 3 y seguir con opciones o fallarlo para pasar a la historia de Italia como un villano sin pretenderlo porque, al igual que existen héroes por accidente, también existen villanos por accidente.
Roberto Baggio falló el penalti más importante de su vida y lo mandó a los cielos de California. Una California que fue testigo de la noche más negra y sepulcral que vivió Roberto. Si Sócrates murió envenado y Nietschze murió loco, Roberto Baggio murió de pie sobre el césped de Rose Bowl de Pasadena. Si Baresi se marchó medio muerto entre lesión, decepción y dolor intenso en el alma, su compañero Roberto murió en un silencio, que más tarde reconocería que después de ese penalti fallado se quería morir.
Como he dicho antes, habían fallado Massaro y Baresi, pero el villano, el auténtico malo de la película era el 10. La justicia rara vez existe y menos para los talentosos, porque los talentosos, por norma general, son los más generosos y al que da mucho a veces no se le juzga por ser demasiado generoso sino por haber dejado de dar, aunque sea una sola vez.
Si existiera la justicia, yo no estaría trabajando en un blog de Blogspot, sino que trabajaría como redactor en el AS, en el MARCA, en la GAZZETA DELLO SPORT... En el Chiringuito. Pero la memoria en el fútbol es muy corta y la gratitud también.
Al día siguiente, un tifosi espontáneo italiano (lógicamente) escribió sobre el muro del Vaticano: “DIOS PERDONA A TODO EL MUNDO MENOS A ROBERTO BAGGIO”.
Así se acaba la historia de hoy.
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